Martes de resurrección
Martes de resurrección
Germán Dehesa: Gaceta del Ángel
Los designios de Andrés Manuel son inescrutables. Alabado sea. Su aparente y campirana sencillez tiene un complejísimo segundo piso edificado todo él por los espíritus tabasqueños. He aquí que Andrés Manuel López Obrador, que quita el agua y pone el sol, fue conducido hasta las inmediaciones del sepulcro que conservaba el cuerpo todavía intonso e incorrupto de San Marcelo, Mártir de Ixtayopan. Al mirarlo y al mirar a la gran copia de gente llorosa que ahí se había reunido, el corazón del Señor de los Desafueros se llenó de compasión. Acercóse entonces la lacrimosa viuda de Marcelo rodeada de sus hijos y familiares más cercanos que eran cerca de dos mil personas y díjole la viuda al Señor: ten compasión, si ésa es tu voluntad, él puede volver a la vida. El Señor Andrés Manuel (que quiere decir ungido o consagrado), como es su costumbre, guardó silencio durante unos segundos (600 para ser exactos). Ya se le fue el avión, comentaba la llorosa multitud. No fue así. El Señor del oro y el moro retornó a la realidad, extendió su mano a la transida viuda y así le dijo: no llores, mujer, no seas chillona; antes de que mañana al rayar el alba se me pare el gallito, tendrás de regreso a tu marido.
Dicho esto, el Señor ordenó a San Encinas, conocido por todos como "El Gordo de Xochiaca", que, ayudado por las vestales conocidas como Grupo Cisne, aplicara el control de multitudes y colocara a la turba detrás de la raya, porque él iba a trabajar. Con buenas razones, con buenos modales, con algunos culatazos, la dócil muchedumbre abrió una larga brecha muy semejante a la del Predio El Encino. Concluida esta faena, el omnipresente San Nico se presentó ante el mártir de Macuspana y le dijo: ya estuvo. Alzóse entonces el Señor en toda su majestad y se dispuso a recorrer la brecha que mediaba entre él y el sepulcro que preservaba los restos del inmolado Marcelo. Mientras caminaba, la multitud guardaba un respetuoso silencio, sólo roto por un endemoniado provocador que se encaró con el Señor y le dijo: eres igualito a Quico el del Chavo del Ocho. Mirólo largamente Andrés Manuel, extendió su mano, le tocó la boca que sangró un poquito al expulsar a varios demonios que se convirtieron en puerquitos complotistas y, logrado esto, el Mesías prosiguió su camino.
Una vez que llegó frente al funéreo monumento, ordenó que lo destapasen, pero el grupo de reacción inmediata dio un paso atrás. El Señor insistió: ¡que muevan la piedra, puéh! Entre San Nico y San Encinas que es poderoso como el mar rodaron la gran piedra y la multitud pudo ver la fresca momia de Marcelo Mártir que conservaba sus anteojos y su característica media sonrisa. ¡Oooh!, dijo la multitud que sólo dominaba una vocal. Un sabio anciano del Sanhedrin Mundet, San Bátiz, se adelantó y dijo: ¡profanación!, ¡sacrilegio!, ¡dejad a los muertos que permanezcan muertos! ¡Uleeero!, gritó ese privilegiado y provecto sector de la multitud que dominaba tres vocales gracias a su beca. Con un gesto, el Mesías de Macuspana ordenó silencio. Avanzó rumbo al sepulcro, hizo una gran pausa y dijo: ¡Marcelo, levántate y anda! Pasaron varios momentos de enorme expectación. Súbitamente, el cadáver habló y así dijo: no me puedo levantar porque me enterraron parado. ¡Entonceh, nomáh anda!, dijo el Señor ya con leve impaciencia. El milagro se consumó: Marcelo, el Mártir de Tláhuac, echó a andar, se acercó al Señor y ante Él se prosternó. En verdad, en verdad te digo, Marcelo, que si tu fe es firme, pronto estarás en mi silla. La multitud enloqueció de pasmo y de júbilo, corrió a la avenida Insurgentes cerca de Betania, arrancó los árboles del camellón y regresó con cánticos triunfales (la masa que más aplauda) que entonaban las alabanzas del Patriarca del segundo piso. Esto es palabra de Andrés Manuel.
Germán Dehesa: Gaceta del Ángel
Los designios de Andrés Manuel son inescrutables. Alabado sea. Su aparente y campirana sencillez tiene un complejísimo segundo piso edificado todo él por los espíritus tabasqueños. He aquí que Andrés Manuel López Obrador, que quita el agua y pone el sol, fue conducido hasta las inmediaciones del sepulcro que conservaba el cuerpo todavía intonso e incorrupto de San Marcelo, Mártir de Ixtayopan. Al mirarlo y al mirar a la gran copia de gente llorosa que ahí se había reunido, el corazón del Señor de los Desafueros se llenó de compasión. Acercóse entonces la lacrimosa viuda de Marcelo rodeada de sus hijos y familiares más cercanos que eran cerca de dos mil personas y díjole la viuda al Señor: ten compasión, si ésa es tu voluntad, él puede volver a la vida. El Señor Andrés Manuel (que quiere decir ungido o consagrado), como es su costumbre, guardó silencio durante unos segundos (600 para ser exactos). Ya se le fue el avión, comentaba la llorosa multitud. No fue así. El Señor del oro y el moro retornó a la realidad, extendió su mano a la transida viuda y así le dijo: no llores, mujer, no seas chillona; antes de que mañana al rayar el alba se me pare el gallito, tendrás de regreso a tu marido.
Dicho esto, el Señor ordenó a San Encinas, conocido por todos como "El Gordo de Xochiaca", que, ayudado por las vestales conocidas como Grupo Cisne, aplicara el control de multitudes y colocara a la turba detrás de la raya, porque él iba a trabajar. Con buenas razones, con buenos modales, con algunos culatazos, la dócil muchedumbre abrió una larga brecha muy semejante a la del Predio El Encino. Concluida esta faena, el omnipresente San Nico se presentó ante el mártir de Macuspana y le dijo: ya estuvo. Alzóse entonces el Señor en toda su majestad y se dispuso a recorrer la brecha que mediaba entre él y el sepulcro que preservaba los restos del inmolado Marcelo. Mientras caminaba, la multitud guardaba un respetuoso silencio, sólo roto por un endemoniado provocador que se encaró con el Señor y le dijo: eres igualito a Quico el del Chavo del Ocho. Mirólo largamente Andrés Manuel, extendió su mano, le tocó la boca que sangró un poquito al expulsar a varios demonios que se convirtieron en puerquitos complotistas y, logrado esto, el Mesías prosiguió su camino.
Una vez que llegó frente al funéreo monumento, ordenó que lo destapasen, pero el grupo de reacción inmediata dio un paso atrás. El Señor insistió: ¡que muevan la piedra, puéh! Entre San Nico y San Encinas que es poderoso como el mar rodaron la gran piedra y la multitud pudo ver la fresca momia de Marcelo Mártir que conservaba sus anteojos y su característica media sonrisa. ¡Oooh!, dijo la multitud que sólo dominaba una vocal. Un sabio anciano del Sanhedrin Mundet, San Bátiz, se adelantó y dijo: ¡profanación!, ¡sacrilegio!, ¡dejad a los muertos que permanezcan muertos! ¡Uleeero!, gritó ese privilegiado y provecto sector de la multitud que dominaba tres vocales gracias a su beca. Con un gesto, el Mesías de Macuspana ordenó silencio. Avanzó rumbo al sepulcro, hizo una gran pausa y dijo: ¡Marcelo, levántate y anda! Pasaron varios momentos de enorme expectación. Súbitamente, el cadáver habló y así dijo: no me puedo levantar porque me enterraron parado. ¡Entonceh, nomáh anda!, dijo el Señor ya con leve impaciencia. El milagro se consumó: Marcelo, el Mártir de Tláhuac, echó a andar, se acercó al Señor y ante Él se prosternó. En verdad, en verdad te digo, Marcelo, que si tu fe es firme, pronto estarás en mi silla. La multitud enloqueció de pasmo y de júbilo, corrió a la avenida Insurgentes cerca de Betania, arrancó los árboles del camellón y regresó con cánticos triunfales (la masa que más aplauda) que entonaban las alabanzas del Patriarca del segundo piso. Esto es palabra de Andrés Manuel.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home